martes, 2 de octubre de 2012

Cuento de la Tía Miseria


Hace ya algunos años, mi abuela Anastasia me contó este cuento, que a buen seguro, muchos reconoceréis.
No se me ocurre mejor manera de empezar.

"Había una vez, en una gran ciudad, una casita vieja, apartada de cualquier lujo. Allí vivía la Tía Miseria. Sólo se alimentaba de los frutos que le daba un árbol pegado a su casa, pero los chavales se subían y le quitaban los frutos, dejándola sin comer.

Era Navidad. Por las casas más lujosas de los barrios más ricos, iba pidiendo un mendigo algo para comer. En todas las casas le cerraban la puerta. En su desesperación, vislumbró la casa de la Tía Miseria y se acercó. Miseria le abrió la puerta y, ante la petición del mendigo, le dejó pasar y compartió con él un mendrugo de pan y un fruto que le habían dejado los chavales en el árbol.

Para sorpresa de Miseria, el mendigo le dijo que era un santo y que no podía entender como estaba todo tan mal, con tanta avaricia y ella, con tan poca cosa, era tan generosa. Entonces el santo le dijo que pidiera un deseo, que se lo concedería. Ante esto, Miseria se quedó pensando, pero creía que no necesitaba nada, a lo que el santo se sorprendió, porque en realidad había podido comprobar que era muy pobre y ni siquiera tenía para comer. Ante la insistencia del santo, a Miseria se le ocurrió algo. Su más preciado tesoro eran los frutos que le daba aquel árbol. Le pidió al santo que todo aquel que se subiera al árbol, se quedara allí arriba hasta que ella fuera a bajarlo. Y así fue.

Cuando los chavales iban a robarle los frutos, se quedaban en las ramas más altas hasta que llegaba la Tía Miseria y los bajaba. Con esto consiguió que nadie volviera a robarle.
Pasaron los años y la Tía Miseria estaba muy mayor. Un día llamaron a su puerta, era la Muerte que venía en su busca. Pero la Tía Misera no se quería ir, así que le dijo a la muerte que en lo que se arreglaba, subiera a cogerle unos frutos para comer algo. Efectivamente, la Muerte quedó atrapada en la copa del árbol y la Tía Miseria se negó a bajarla porque no se quería morir.

Esta decisión de Miseria causó muchos estragos, puesto que la gente no podía morir porque la Muerte no podía ir a visitarlos. Accidentes, enfermedades, vejez... Hasta que la gente se enteró que la Muerte se encontraba en lo alto del árbol de la Tía Miseria. Había auténticas peregrinaciones de todos los lugares del mundo para que la Muerte les tocara.

La Muerte le pedía a la Tía Miseria que porfavor la bajara, pero Miseria se negaba.
Un día, al salir a recoger sus frutos del árbol, vió como la gente sufría, como había personas que si deseaban descansar, entonces habló con la Muerte e hizo un pacto: Jamás se moriría. La Muerte, aceptó el trato.



Por todo esto, la Miseria sigue y seguirá presente en el mundo, puesto que nunca morirá."


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